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Mostrando las entradas de agosto, 2015

Escribir es una forma de salvarse

Ante la sarta de chismes que invaden cualquier ámbito laboral, ante la gente grosera o los mitómanos que creen que nos engañan. Ante la ola de personas que se queja de todo, ante la lluvia de palabras de aquellos a los que nada les acomoda o nada les parece. Ante el cultivo desmedido de personas que aman a los animales pero que son incapaces de hacer algo bueno por su vecino, ante los vegetarianos que odian a los carnívoros, en vista de algunos grupos de por ejemplo, anti-taurinos que comen carne de res, ante los aprovechados, los ratas, los indiferentes, los desapegados, los no comprometidos. Frente a la enfermedad, la deshumanización, la violencia, la corrupción, hay algo que puede salvarnos. Está el bosque, la cascada, el río, la familia, las hadas, la risa. Está un rayo de sol al amanecer, colándose por la ventana. Ante un misterio enorme como es la muerte, está una consecución de misterios, que es la vida.             Y todo lo anterior puede englobarse en la literatura. El

Para salvarse de la orfandad

Hoy, después de algunos años de no alimentar esta columna, tengo la oportunidad de retomarla y lo agradezco. He de decir que este tiempo de inactividad ha sido en gran parte, debido a la pérdida de mi padre. Uno, sensible hasta la exageración, reacciona de distintas maneras ante la muerte. Ahora recupero poco a poco las ganas de contar, de escribir, de hablar. La razón quizá sea que he aprendido que estamos hechos para quedarnos huérfanos varias veces en la vida. Hoy escribo esto a raíz de que por segunda vez me sentí huérfana un momento y contrario a mi reacción ante mi primera orfandad, ha surgido este texto. Hoy ha fallecido mi otro padre, mi abuelo Fidel. Hombre de campo, nacido en Santa Apolonia Teacalco, de donde es la gente que lucha. Creció con su madre sordo-muda, desde chico aprendió lo que es la responsabilidad, aquella que no tuvo su padre pues no lo reconoció. Profesor por muchos años, varias generaciones de niños y niñas estudiaron con él, la gente lo quiso y tuvo a

Del 26 de octubre de 2011

Soy paella, no pa´él. Involuciono. Soy un par de rodillas que rechinan. 50 escuchas de palabras zombi. Soy un muro, una grieta. Un pozo que no tiene fin. Soy yo y todas las niñas de mi familia. Y todas las mujeres que se sientan a mi lado, no enfrente de mí. Soy un páramo tranquilo que no encuentra paz.

La historia en LOS DIOSES ACÉFALOS, de Abigail Rodríguez Contreras

¿Qué es la vida si no un continuo descubrimiento, una lucha constante? En nuestra historia personal, marcada por un génesis, un   desarrollo y un final peleamos contra aquello que nos aqueja. Esa carga viene desde nuestros orígenes, desde los vértices que nos dan forma. Luego, conforme avanzamos, acarreamos miedos, errores, sufrimiento,   pero también traemos cargando alegrías, triunfos y sueños. En Los dioses acéfalos , Abigail nos presenta imágenes del viaje que es la vida, de cómo a través de la poesía ella ha encontrado respuesta al caos que a veces observa durante ese viaje, de cómo viajar implica crecer y cómo esto produce miedo, sobre todo al encuentro con obstáculos: “yo era una guerrera que debía enfrentarse/ en las batallas invisibles/ contra los dioses/ justo arriba de la nube de mi casa/ pero en las batallas fui cobarde/ nunca subí a la nube/ siempre oraba,/ suplicaba por la muerte de todos los gusanos” , este recorrido no sería posible sin ciertos apoyos sin amor, sin

Pasando Apizaco (publicado el 15-04-12 en el cuarto de guerra)

Somos profesores. Todos los días nos levantamos a las cinco de la mañana, tomamos la primera muda de ropa que encontramos, algo sencillo; tenemos que llegar a las zonas más alejadas de Tlaxcala. Nos ponemos chamarras gruesas y a las cinco treinta, a más tardar, salimos de nuestras casas. A las seis ya hay que estar formados junto con secretarias e intendentes para abordar el camión amarillo que nos lleva a nuestros centros de trabajo. Si uno llega tarde tiene que irse parado o de plano en transporte público, que es más tardado y, sobre todo, cuesta. En la penumbra es difícil ver quiénes ya están formados, pero las compañeras siempre distinguen a alguien y entonces cuentan el último chisme sobre esa persona. Después de unos minutos en el frío, subimos al camión y de forma estratégica apartamos lugar para quedar sentados en pareja. En la parte trasera siempre se van los más escandalosos.  Ya en el autobús saludamos a los conocidos. Nunca falta una buena platicada antes de que las l

Insensibilidad taurina (publicado el 16-11-11 en el cuarto de guerra)

Yo no siento placer al ver morir a un toro en una plaza, sin embargo, asisto a las corridas. Mi explicación será para muchos, superflua, sin embargo es tan válida para mí como lo son los argumentos de aquellas personas a quienes no les gusta este tipo de eventos y a quienes por supuesto, respeto, aunque para algunos, yo sea una insensible. Para mí una corrida de toros no es el goce de ver correr la sangre. En mí se mueven otros pensamientos cuando asisto. Es la remembranza de nosotros cuatro, los miembros de mi familia, juntos. Es tomar de la mano a mi papá, oirlo gritar "Oleee", preguntarle cuándo y por qué se dice tal expresión y estar atenta mientras explica. Es ir sobre sus hombros a pararnos a gayola, cerca del campanario del ex convento de San Francisco las ocasiones en que no era posible comprar el boleto. Es agitar pañuelos blancos a la par que él. Esa es la explicación que le doy a los que me preguntan. Porque me conocen no tengo que agregar mis razones más p

La música que cambió mi vida (publicado el 01-08-12 en el cuarto de guerra)

Para Paul Vivaños Mendizabal Tenía 17 años, era ñoña, la matada del grupo. Él era el incomprendido, le contestaba fuerte a los profesores,  se saltaba clases,  pero era también era un soñador. Espalda ancha, cintura pequeña, pantalones de pinzas que favorecían su buen trasero. Excelentes piernas, zapatos bostonianos, a veces botas mineras. Era alto, tenía el cabello rizado, labios gruesos, ojos profundos, cejas anchas. Escribía cartas, le gustaba leer. Él tiene la culpa de mi gusto por Deep Purple.   Hoy que está vigente en las redes sociales hablar de la música que cambió nuestra vida viene, de nuevo, él a mi memoria. Yo que sólo oía música pop,  que alucinaba con las canciones que ponía mi mamá todas las tardes:  Creedence Clearwater Revival, Led Zeppelin, The Doors,  Santana,  porque no entendía su legado, me vi atraída por  Deep Purple , por su música envolvente, ruidosa pero no en exceso, de melodías claras, que no se confundían entre tamborazos. Así supe que la banda habí

Desde el primer momento (publicado el 9-01-12 en el cuarto de guerra)

Verdaderamente una sabe cuándo está embarazada. Había escuchado a mujeres que han sido madres decir que lo habían sabido desde el primer momento, aún antes de notar el retraso, sentir nauseas o hacerse la prueba. Es algo que se intuye, que se siente. A mí me pasó a fines de octubre. Veníamos por una pendiente, el paisaje estaba muy verde debido a que había estado lloviendo por esos días, habíamos ido a recoger unas muestras para su proyecto sobre especies endémicas, yo iba sentada detrás de él y lo abrazaba por la cintura apoyando mi cara en su espalda. Entonces lo supe. Una sensación de calor brotó de mi vientre, si hubiera sido luz entonces brotaban rayos que se verían a treinta, cuarenta metros de distancia. Iba abrazada a su cintura y su cuerpo me protegía del viento, él conducía con seguridad por la carretera, de vez en cuando manejaba sólo con una mano y con la otra acariciaba las mías. Yo ya no sentía frío. A pesar de que de subida él había dicho que quería vivir com

Los viajes educan (publicado 29-11-11 en el cuarto de guerra)

Dicen que los viajes educan. Dejan enseñanzas. Yo aprendí que hay mares que se llevan los juguetes de playa o la tapa de una cámara, y que en vez de regresarlos, se los tragan, los hunden. Viajeros: Mis padres, mi sobrina y yo. Destino: un lugar de la costa oaxaqueña. Partimos casi a la una de la madrugada. Nos esperaban aproximadamente once horas de recorrido. Nos las echaríamos de un jalón. Éramos dos conductores. Estamos acostumbrados a viajar. Mi papá ha conducido hasta la península de Yucatán partiendo de Tlaxcala, bajando hacia Puerto Ángel, yendo hacia Huatulco, pasando por Salina Cruz y subiendo por el istmo así que era pan comido. Las primeras seis horas conduje yo. Al amanecer pedí tiempo fuera y mi papá entró y salió de la capital de Oaxaca. Me dormí un buen rato. Cuando desperté estábamos en la sierra. Perfecto. Habíamos empezado a subir. Sin embargo, conforme pasaba el tiempo, me extrañó no reconocer ningún paraje. Nos detuvimos a tomar café y seguí extrañad