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Tenía razón Mr. B, a estas horas no hay mucho qué hacer en esta ciudad. Sólo caminar y ver cómo van cerrando los cafetines del centro. Hoy por hoy extraño más su charla, Sr. B, pero tuvo que irse después de una despedida constante y sempiterna. Le quedaba chica la city, lo sé. Pero extraño esas charlas absurdas como absurdo era que Luis Miguel fuera un genio y no hubiera hecho algo para reinventarse; extraño hablar de las perversidades de las que es capaz la humanidad, oyendo música rara que usted bajaba y que provenía de otros países, oyendo mi música triste con vino, es más, hasta con ese café que preparaba usted en su maquinita milagrosa. Nos sentábamos frente al gran ventanal de su sala y contemplábamos la noche, la poca gente al pasar, las parejitas en el parque, las gotas golpear el cristal de su gran ventana y hablábamos. De internet, de Dios, de poesía. Todo se conectaba en nuestra plática como aletear de aves migratorias. Ahora está usted a algunas horas de distancia. No tan
— Qué aburrida soy: elimino errores, borro toda huella, aquí no pasó nada... Y después recuerdo que algunos errores fueron fabulosos...
“Imagina lo jodida que debe ser la vida de los narradores, digo, para tener que reinventar la realidad...”
—¿Dónde ponen buena música en esta ciudad? —Sube al auto—, respondió. Y ahí pasaron toda la noche,  dedicados a conocerse más a través de los tracks de su lista musical.

De huídas

La primera vez que te dije adiós tuve que fugarme en dos litros de vino, mi padre estaba tan enojado que creyó que esa noche me había escapado contigo. La segunda vez que me fui, tomamos café, no hubo reclamos, te dije que era para siempre y confesaste que entendías mi afán de buscar mi camino. La tercera vez de mi huída hubo muchas quejas. Días antes había notado que nuestros cuerpos eran dos riscos separados por un río. El reclamo siempre es el mismo, diferentes tiempos, coincidencia en algunos espacios, historias que no se entreveran. Al despedirnos con un abrazo no dijimos nada. Quizá en el siguiente retorno podamos gritar los ecos de las voces de años y años.
Mis poemas son combustible, incendiarios. Un montón de hojas secas.
Ayer vi a un muchacho pelirrojo y me acordé de ti.
El erotismo es una sustitución del aislamiento del ser. George Bataille
P. no sé si es de reprochar o de agradecer pero irónicamente eres el único que ha notado mis ataques de ansiedad. Quizá porque los has visto de cerca entre tus amigos creativos o tal vez porque en el fondo tú también los has sentido. Y hablo de ironía porque antes era difícil, más bien imposible que “notaras” cuando algo me molestaba. Recuerdo las pláticas que tenías con tus amigas, en donde me quedaba abandonada en algún rincón. También tu incansable texteo, contestándole a quién sabe quién. Y entonces no veías, ahí no te fijabas. Parecías no notar que algo me afectaba. Con el tiempo dejé de estar perdidamente enamorada. Con el tiempo aprendí a no enojarme por lo que no podía cambiar. Con los años dejaste de ser el asombroso y poético descubrimiento de noches felinas y olor a madera. Con los años te vi y me viste en momentos diversos. Hemos llorado, hemos reído, nos hemos emborrachado juntos o cada quién por su lado, he ido y he dejado de estar en tu casa que ya no me parece tan mar

Avistamiento

Joven viejo como de treinta sombrero de pescador barba crecida ayer te vi caminar por una calle que creíste no transitarías. Te lo dije ¿recuerdas? Que el tiempo es nuestro único amigo no nos deja. ATFR

Yenga

Y de repente se me mueve el cerebro. Sí, se desplaza, es una placa que se desliza hacia atrás y me cambia la perspectiva de las cosas que ahora se ven más angulares. El cerebro es más o menos, una pieza de yenga que alguien hubiera empujado con el dedo cuidadosamente para que la pieza de arriba, la tapa de los sesos, y la pieza de abajo, el cuello, no se muevan de lugar.
Dime, tú también lloras a veces? Dentro de todos tus proyectos, logros, metas cumplidas, objetivos por cumplir, también a veces te preguntas si no te ha faltado algo por hacer? Dime, entre toda la ropa que te compras hay algo que de verdad hable sobre ti? De todos los discos que compras, hay alguna música que no te hubiera gustado hacer a ti? Y de todos los libros que tienes y que rodean hasta la cabecera de tu cama, hay alguno que llene tu miseria a las tres de la mañana? Se honesto. No voy a decir nada. Dentro de todos los reconocimientos que obtuviste, los premios, las becas, los grados que has alcanzado, está lo que realmente te hizo feliz? No lloras a veces porque de todos modos sientes que olvidaste algo? Que hay un elemento que se quedó regado en el camino? Quizá la inocencia de tu niñez, ¿lo has pensado? ¿No lloras tal vez por la frescura perdida? Posiblemente lloras porque extraviaste tu creatividad. O porque dejaste ir al amor de tu vida nomás porque era pobre. Déjame pensar,