De huídas

La primera vez que te dije adiós tuve que fugarme en dos litros de vino, mi padre estaba tan enojado que creyó que esa noche me había escapado contigo. La segunda vez que me fui, tomamos café, no hubo reclamos, te dije que era para siempre y confesaste que entendías mi afán de buscar mi camino. La tercera vez de mi huída hubo muchas quejas. Días antes había notado que nuestros cuerpos eran dos riscos separados por un río. El reclamo siempre es el mismo, diferentes tiempos, coincidencia en algunos espacios, historias que no se entreveran. Al despedirnos con un abrazo no dijimos nada. Quizá en el siguiente retorno podamos gritar los ecos de las voces de años y años.

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