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Mostrando las entradas de febrero, 2007

Nocturno de la alcoba

LA MUERTE toma siempre la forma de la alcoba que nos contiene. Es cóncava y oscura y tibia y silenciosa, se pliega en las cortinas en que anida la sombra, es dura en el espejo y tensa y congelada, profunda en las almohadas y, en las sábanas, blanca. Los dos sabemos que la muerte toma la forma de la alcoba, y que la alcoba es el espacio frío que levanta entre los dos un muro, un cristal, un silencio. Entonces sólo yo sé que la muerte es el hueco que dejas en el lecho cuando de pronto y sin razón alguna te incorporas o te pones de pie. Y es el ruido de hojas calcinadas que hacen tus pies desnudos al hundirse en la alfombra. Y es el sudor que moja nuestros muslos que se abrazan y luchan y que, luego, se rinden. Y es la frase que dejas caer, interrumpida. Y la pregunta mía que no oyes, que no comprendes o que no respondes. Y el silencio que cae y te sepulta cuando velo tu sueño y lo interrogo. Y solo, sólo yo sé que la muerte es tu palabra trunca, tus gemidos ajenos y tus involuntarios mov
¿Cuántas veces debe suceder? ¿Cuántas? Para que veas la intención negativa, el dolo, la insinceridad. ¿Cuántas veces debe pasar? ¿Cuántas? Para que te fijes que la gente sólo ve lo que es fácil de mirar. ¿Cuántas veces debe ocurrir que te acerques sigiloso buscando en tu colección la mejor cara, donando algunas palabras de amabilidad? Qué hacer para que te des cuenta que no es a ti a quien buscan que a ti no te requieren. ¿Cuánto más debe pasar, para que no tengas que tragar mezclados, el gesto amable y el llanto; para que no vuelvas a confiar?