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Mostrando las entradas de diciembre, 2010

Recuento 2010

2010 se vistió con reminiscencias, sin embargo, volví a creer y viví minificciones, personajes fuertes pero fugaces, anécdotas que se quedan. También este año le confirmaron a mi papá que tiene cáncer y empezó su tratamiento. No sé cómo afrontar esas cosas que ocurren de repente. Soy débil, me evado. Uno nunca se imagina ver al hombre más fuerte que conoces, sintiéndose mal, despertar con náuseas e irse a dormir igual. Pero él no se da por vencido, es un guerrero y como lo miro, parece que va mejor y sólo pido que se quede con nosotros más años, aunque la mitad de las cosas que hago no le parezcan, pero que se quede. Gracias a los que se interesaron, rezaron y/o preguntaron cómo sigue. A él no lo voy a soltar antes de tiempo, lo aseguro. En 2010 contemplé el oriente lejano vertido en una persona y me sentí anulada como escribió Cioran, pero es preferible experimentar esa sensación a huir. Me enteré que dos de mis grandes amigos van a ser papás, no me canso de felicitarlos por ese mila

Pruebas

En ese instante no hubo fotos, risas galopantes, llanto de torrente rojo estrellado contra la puerta, ni abrazos vulgares que durán milésimas exageradas. Tuve que tomar lo que teníamos, reconstruír lo que hoy miras y nos violenta. No es precisamente el hechizo inexistente, más bien son los fragmentos de hastío escarlata, las risas porque sí, las culpas, los pesares tuyos que me adjudicaste, la búsqueda de algo que pensamos que teníamos y que supiste, que supe, que supimos que aquí no se encontraba. No hay pruebas de ese momento, lo fabricamos con suspiros mientras veíamos hacia otro lado. Por eso nos ahoga traerlo a cuento, porque sabemos su origen y asfixia el odio resguardado tantos años, las ganas de rompernos la nariz infinitas veces contra el desdén como lección que no ha quedado clara, los abrazos insignificantes después de bostezarnos con risas retorcidas, rivalidades estúpidas porque tú eras yo y yo era tuya y tú, mío, resentimientos añejos que pensé, pensaste, pensamos que se

Polvo

Confieso que me quedé flotando entre las grietas del tiempo hecho lajas más de ochocientos días y sigo atrapada, instante repetido, que tú sientes y que pesa. Rumor de piedra te ata a este momento suspendido en las líneas de mi mano. Mismo camino, trazado, zurcido, cambiado tantas veces, repetido. Y aquí estás, aquí estamos, seguimos, lo sientes, igual que yo, por eso te escondes entre hojas resquebrajadas de días que se secan. y ardillas vulgares que comen lo que les tires. He de decir que no me he movido mas navego en líneas que se escriben sobre el piso una y mil veces. Soy una aparición en un parque centenario donde te busco, soplo que sólo lleva polvo a los ojos en un sitio que no me pertenece y que hoy tampoco es tuyo.

Coágulo

Indiferente color gris contra el que duermes la siesta de los incautos. Vaho de estalactitas enmohece tu nariz, ojos de olvido tallados un instante repetido en la oscuridad de tu vigía. Espera movimiento inútil, oleaje de un pecho vacuo a la orilla del flujo cristalino intermitente de faros que se prenden. Interminable recuerdo nubloso de una casa que no intuyes. Y aquí sentado, a tu lado Atreyu hace guardia correría de un regreso, el calor de tu nariz, y luz reflejada. Cola quieta, expectante te echa de menos desde hace dos horas con el pelaje frío, retorno que no sabe hacer solo. Presiente que quizá más tarde despertarás de tu sueño viscoso de color rojo.