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Mostrando las entradas de octubre, 2018
Tenía razón Mr. B, a estas horas no hay mucho qué hacer en esta ciudad. Sólo caminar y ver cómo van cerrando los cafetines del centro. Hoy por hoy extraño más su charla, Sr. B, pero tuvo que irse después de una despedida constante y sempiterna. Le quedaba chica la city, lo sé. Pero extraño esas charlas absurdas como absurdo era que Luis Miguel fuera un genio y no hubiera hecho algo para reinventarse; extraño hablar de las perversidades de las que es capaz la humanidad, oyendo música rara que usted bajaba y que provenía de otros países, oyendo mi música triste con vino, es más, hasta con ese café que preparaba usted en su maquinita milagrosa. Nos sentábamos frente al gran ventanal de su sala y contemplábamos la noche, la poca gente al pasar, las parejitas en el parque, las gotas golpear el cristal de su gran ventana y hablábamos. De internet, de Dios, de poesía. Todo se conectaba en nuestra plática como aletear de aves migratorias. Ahora está usted a algunas horas de distancia. No tan
— Qué aburrida soy: elimino errores, borro toda huella, aquí no pasó nada... Y después recuerdo que algunos errores fueron fabulosos...
“Imagina lo jodida que debe ser la vida de los narradores, digo, para tener que reinventar la realidad...”
—¿Dónde ponen buena música en esta ciudad? —Sube al auto—, respondió. Y ahí pasaron toda la noche,  dedicados a conocerse más a través de los tracks de su lista musical.

De huídas

La primera vez que te dije adiós tuve que fugarme en dos litros de vino, mi padre estaba tan enojado que creyó que esa noche me había escapado contigo. La segunda vez que me fui, tomamos café, no hubo reclamos, te dije que era para siempre y confesaste que entendías mi afán de buscar mi camino. La tercera vez de mi huída hubo muchas quejas. Días antes había notado que nuestros cuerpos eran dos riscos separados por un río. El reclamo siempre es el mismo, diferentes tiempos, coincidencia en algunos espacios, historias que no se entreveran. Al despedirnos con un abrazo no dijimos nada. Quizá en el siguiente retorno podamos gritar los ecos de las voces de años y años.