Producto del estío

No recuerdo en qué momento empecé a volverme incrédula, perdí las ganas, me empezaron a importar los dimes y diretes de gente que se atrevía a decir que lo que yo hacía no era lo correcto. No sé cuándo dejé que las opiniones de quienes no tenían que meterse en mi vida repercutieran en ella, no sé tampoco si todo eso que digo sólo es para justificar que empecé a vivir en una rutina de la que no me permití salir.
El tipo con el que duré 4 años inició admirándome, después empezó a criticarme, creo que el veneno de un par de personas influyó en él, haciéndole creer que era muy joven para estar conmigo y creyéndose él mismo superior por querer ser escritor y tener por delante un futuro promisorio en su carrera. Quizá fue una suerte de competencia en eso en lo que nos envolvimos.
Luego vinieron otras sacudidas, mi primer accidente, el cáncer de mi padre, su muerte, la aventura con el hombre de la casa hermosa y después la vorágine de conocer a un tipo que me enloqueció.
De repente esos mismos eventos provocaron pequeñas chispas y yo podía escribir alguna cosa, pero noté que ya no con la misma inocencia, espontaneidad y esperanza de antaño.
Después del accidente terminé un diplomado en una escuela de escritura, encontré muchos locos igual que yo, fui feliz, luego recibí un premio pero he notado que eso también provocó que me empezara a censurar, a ser demasiado crítica conmigo y mis escritos. El desencanto y la crítica me dieron al traste y hoy trato de recuperarme. 
Disculpen la demora, ya regresé. No seré muy literaria, pero les contaré más cosas de mi playa, algunas por aquí, otras de un proyecto de viajes y otro producto del estío en otras páginas. Me dejaré buscar. Gracias.

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Guardiana del abismo

El retrato de Zoe y otras mentiras, de Salvador Elizondo

G. V. Z.