Pintura/Tzuyuki Romero

Era traslucida
tomándola por el cabello, en la noche, 
la teñías de rosado.
Usaba faldas cortas y sandalias.
En la mano se había pintado un niño.
Fuiste sol en su cuerpo, la bronceabas, 
viento sujeto a su melena amarilla,
terremoto duplicado en el cuarto.
Había colores llenando la sala.
Ojos, manos, hombros. Gritos, luego.
Ventarrón.
El naufragio te arrojó a la calle
a vagar por una playa sin arena.
Y te quedaste manco
y te dejó sin pie
con cuadros de pequeño formato,
sonrisa de paja, un niño corriendo,
pegados a los ojos.

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