Oda sobre la Melancolía, de John Keats

I


No, no, no: no vayas al Leteo, ni quebrantes
Acónito, raíz tiesa, por su vino tóxico;
Ni pruebe tu frente incolora a ser besada
Por belladona, uva rubí de Proserpina;
Tampoco hagas tu rosario de moras infectas,
Ni dejes que la polilla, ni el escarabajo
Sean tu Psique gemebunda, ni el búho tenue
Un compañero en los secretos de tu congoja;
De sombra en sombra quedarás harto aletargado,
Y se sumergirá la angustia insomne del alma.


II


Pero si cayera recia la melancolía
Súbita del cielo como nube lacrimosa,
Que cultiva toda flor de cabeza rendida,
Y cubre la loma verde en mortaja de abril,
Vuelca tu desdicha en una rosa tempranera,
O sobre el arcoiris de la ola salada,
O en la bienandanza de las peonias rotundas;
O si tu dueña muestra cierta ira mayor,
Apresa su mano blanda, y deja que delire,
Y nútrete a fondo ante sus ojos sin igual.


III


Ella mora con Belleza —que habrá de morir—;
Con Júbilo, cuya mano siempre está en sus labios
Diciendo adiós; y cerca el doloroso Placer,
Se hace veneno al sorber una boca de abeja:
Así! en el santuario mismo de la delicia
Tiene su altar soberano la Melancolía,
Aunque guarde a aquel cuya lengua vigorosa
Revienta contra el paladar la uva de Júbilo:
Su alma probará la angustia de su poderío,
Y estará colgado entre sus lánguidos trofeos.

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