Declaración


He de confesarte, amigo, que aún lo extraño. Aunque él diría que solamente recuerdo nuestros malos ratos, imposible decirle ahora, por obvias razones, que los hechos buenos me los guardo para llorar a solas porque son los que me hacen querer estar a su lado. Me regodeo en todos los eventos en los que ya no está, es sólo eso. Tengo que decírtelo, ser totalmente sincera, porque físicamente estoy contigo aunque mi pensamiento es todavía de él.
Déjame tomarte la mano, no quiero que me sueltes. Te necesito aquí, conmigo, eres mi presente. Él se ha vuelto bruma, espejismo, nube que flota en mi cabeza porque aunque se empeñe, algo en mí se niega a instaurarlo en el pasado.
Aún recuerdo su pierna sobre las mías y su brazo envolvente cuando dormíamos. Todavía siento su espalda contra mi espalda al amanecer. Tengo muy vívidas las caminatas nocturnas y los besos últimos como los primeros. Su cabeza agachada para alcanzarme y sus labios seguros. Me tenía confianza, amigo, no sé después qué pasó. Brincaba a mi lado, bailaba conmigo, decía, decíamos bromas, reíamos. Aún hay días que voy de su mano y vemos retablos, murales, iglesias. Lo recuerdo, amigo, y tengo la impresión de que me quería. Lo dijo varias veces coloreando flores que después me regalaba.
Ten certeza, no dudes, hoy no tengo siquiera su charla, es sólo la memoria lo que me queda: incienso, brisa, caricia ligera por las noches, mis dedos enrrollados en el misterio de su cabeza.
Nos prometimos permanecer, agazapados en la distancia de algo llamado amistad, pero no es así. Me evita, sus razones tendrá. Lo evito, no quiero ilusionarme de nuevo.
Es evidente, pues, que ya no está, no me regala música, no viaja ni sueña conmigo. Te lo digo porque a él no puedo contarle que estas sensaciones aún me golpean fuerte y lloro de un momento a otro. A ti puedo confesarte que a veces no puedo seguir; no tengo ganas. Pero no te apures, es sólo que alguien me tiene que oír. Hoy él, ya ni siquiera eso.

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