Cuatro personas. Tú sentada al lado de una pareja que acabas de conocer, sonríes inclinando la cabeza hacia la chica. Él al otro extremo de la foto, sonríe por su cuenta. Evitándote.
Espero sobre este lugar donde reposan mis pecados en anhelante ansia tu cuerpo de viento que venga sereno y luego ----en loco estallido revuelva las mantas donde se esconden los vaivenes de tu piel de café selecto y gusto de vino. Me estremezco aquí donde flotan ligeras tus formas donde tus elevaciones se funden con las mías donde tu abismo ardiente se come a mi abismo Espero en el lugar donde reposan mis secretos tu piel de musa suavizada con la vía láctea que has recomendado que también use en mi piel. Te espero divina guardiana del abismo frutal donde pierdo la cabeza donde escondo la lengua de fuego que me consume mientras aguardo en este lecho.
Presiento que te recorro bien, que me llenas, que embonamos, que por algo ha pasado así como hasta ahora. Descubrirte es encontrar una isla bella, excitante con mucho por debajo y alrededor. Presiento que no estoy equivocada al hacer esta incursión en ti y dejar que me envuelvas. Intuyo que harás que camine, que me de sed, que beba tus manantiales, que andando deje que tomes mi mano con tus aves, tus ramas y tu canto. Creo que sabrás de mí incluso más que yo al recorrerte y aún así seguirás siendo mi paraíso y yo tu explorador.
Leer a Salvador Elizondo es encontrar una serie de formas y técnicas narrativas originales en historias que nos llevan a reflexionar sobre la esencia oculta de los actos dentro de la realidad que el escritor suele retratar como contradictoria. Es, también, hallar imágenes que se proyectan inmutables. Cada cuento de El retrato de Zoe y otras mentiras despierta evocaciones (esto debido, quizá a la influencia de los surrealistas en el autor). Los pequeños instantes se hacen cíclicos y por ende, infinitos. Este libro es un abundante recuento de personas, lugares y momentos. Al leer El retrato de Zoe y gracias a la habilidad narrativa de Elizondo, uno puede asomarse a esas almas ficticias que se antojan tan verosímiles porque nos recuerdan un lugar conocido: nuestra propia alma. Cabe mencionar que a Elizondo le fascina jugar con el tiempo, es hábil en el manejo de la memoria, maestro de las reminiscencias del pasado que a veces son dulces y en ocasiones c
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