O A PUNTO DE RENACER

Debo estar a punto de morirme porque hace poco descubrí que todo en lo que se han posado mis ojos, que todo lo que he acariciado, el sol que me ha tocado, esos elefantes blancos en estampida que he contemplado desde la playa, las olas que he nadado, la arena que con dificultad he podido caminar, la luna que me bebí, los árboles que he respirado, las nubes que mis ojos mullen, los cafés que degusté, los amaneceres en el paraíso, las notas de Take Five, Danzón No. 2, los huapangos bailados, los conciertos a los que he ido, los ramos de flores, los ojos de café, los ojos de gato, los ojos de té que he mirado y me han mirado, la gente que me ama y la que he amado, están dentro mío.
Debo estar a punto de morirme porque hace poco me di cuenta de los momentos áureos que traigo conmigo. La gota que cae de la cascada y estalla con el millón, trillón de gotas de la poza ahí abajo. Una mano pequeñita, palabras balbuceantes, risas.
He de estar a punto de morirme porque veo a mi padre sonriendo, caminando por la calle o hablándome y porque trato de asir en un abrazo interno a mi madre, tan fuerte que no quiero soltarla y porque veo el milagro de la vida, personificado en mi sobrina la más pequeña, reír y caminar. O porque una princesa de vocabulario amplio y muy buenas notas en el preescolar me toma de la mano cuando la llevo a la escuela.
He de estar a punto de morirme porque los paisajes que veo ahora ya no caben en una cámara, los meto en el rollo de mi cabeza y creo que si estos ojos fueran lentes fotográficos, ¡qué imágenes ya habrían captado!
He de estar a punto de morirme porque la vida me ha dado grandes lecciones.
Aunque esperen, puede ser que no me esté muriendo porque falta ver si ya he aprendido.

Tzuyuki Flores Romero

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