Mi papá es como los globos que se van al cielo y ya no regresan.
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Tenía razón Mr. B, a estas horas no hay mucho qué hacer en esta ciudad. Sólo caminar y ver cómo van cerrando los cafetines del centro. Hoy por hoy extraño más su charla, Sr. B, pero tuvo que irse después de una despedida constante y sempiterna. Le quedaba chica la city, lo sé. Pero extraño esas charlas absurdas como absurdo era que Luis Miguel fuera un genio y no hubiera hecho algo para reinventarse; extraño hablar de las perversidades de las que es capaz la humanidad, oyendo música rara que usted bajaba y que provenía de otros países, oyendo mi música triste con vino, es más, hasta con ese café que preparaba usted en su maquinita milagrosa. Nos sentábamos frente al gran ventanal de su sala y contemplábamos la noche, la poca gente al pasar, las parejitas en el parque, las gotas golpear el cristal de su gran ventana y hablábamos. De internet, de Dios, de poesía. Todo se conectaba en nuestra plática como aletear de aves migratorias. Ahora está usted a algunas horas de distancia. No tan...
Perdón, Nunca quise hacerte mal, pero siempre que me acerco al fuego, Se me escurre el diablo. Zoe. La fila estaba llena de pubertos. Algunas adolescentes se preguntaban si las dejarían pasar al bar, pues no traían credencial del IFE. Después de las diez la fila empezó a avanzar. A algunos les pidieron credencial, otras se hicieron occisos. Entramos. Lugar con muchos niveles y varios escalones. Los mandiles hacían su agosto: te daban una buena mesa si prometías consumir una botella o si ofrecías una buena cantidad de propina. Esperamos todavía casi dos horas dentro. Tiempo suficiente para ir calentando la garganta con vodka y ver cómo el bar se iba abarrotando. Después de las doce vemos sobre el escenario a cuatro hombres flacos, algunos de ellos melenudos, que se aprestan a tocar. Abren el concierto con Whatever : "and all the spiders in my mind, and all the things we never said. Maybe the last day of my life, when I look at the world trought the blue of your eyes, trough...
Leer a Salvador Elizondo es encontrar una serie de formas y técnicas narrativas originales en historias que nos llevan a reflexionar sobre la esencia oculta de los actos dentro de la realidad que el escritor suele retratar como contradictoria. Es, también, hallar imágenes que se proyectan inmutables. Cada cuento de El retrato de Zoe y otras mentiras despierta evocaciones (esto debido, quizá a la influencia de los surrealistas en el autor). Los pequeños instantes se hacen cíclicos y por ende, infinitos. Este libro es un abundante recuento de personas, lugares y momentos. Al leer El retrato de Zoe y gracias a la habilidad narrativa de Elizondo, uno puede asomarse a esas almas ficticias que se antojan tan verosímiles porque nos recuerdan un lugar conocido: nuestra propia alma. Cabe mencionar que a Elizondo le fascina jugar con el tiempo, es hábil en el manejo de la memoria, maestro de las reminiscencias del pasado que a veces son dulces y en ocasiones c...
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