Viaje

Día.
Cuerpos que contemplan la puesta del destino
sentados uno junto al otro.
Seres que se saben distantes y sólo atinan
a sacudir la arena que se incrusta.

Tarde.
Cabello de lluvia tenaz,
boca que deja de ser trópico
y se vuelve sólo labios.

Cuerpos que se pierden en la eternidad,
que sólo sirven para encontrar la diferencia
entre el camino moreno y el de tez clara.

Noche.
Explosión de miradas que no convergen,
sudor incómodo en sábanas donde anidan
promesas que comerán los cangrejos.

Truenos que anuncian el nunca más,
rayos que cortan la piel celeste
y penetran el agua.
Viaje a lo certero.

¿Y las palmeras?
En el día, embebidas con el quizá,
por la tarde, impasibles,
a la noche, doblándose a carcajadas.

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