Amaneceres

Te asomaste a mi recámara mientras dormía, prendiste la luz, sé que me observaste, querías constatar que de verdad yo estaba ahí. Apagaste el foco. Escuché ruido en el baño. Las náuseas. El vómito. Saliste. Pude sentir que te sentabas en la cama, a mi lado. Me abrazaste. Toqué tu cabeza que, extraordinariamente, tenía cabello. Te dije, ¿qué pasa?
-Nada, hija- y seguiste abrazándome.
Volví a acariciar tu cabeza repleta de cabello.
-Quiero recordar esta noche-dijiste.

Hay amaneceres. Por suerte.
Papá, sé que tú también tienes miedo.

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