Lo vi en el restaurante en donde comí. Era un tipo que aún sentado se veía alto. Tenía el cabello oscuro, rizado, y la piel blanca. Bigote. Jamás me había llamado la atención un tipo de bigote. Sin embargo éste, con sus brazos algo velludos y las uñas de las manos cortadas al ras, me tenía anonadada. Comía con empeño, como siempre he pensado que lo hacen todos los hombres, con ganas, con gusto, ávidamente. Platicaba de vez en vez con sus acompañantes. Llévaba una férula en la pierna derecha y unas muletas descansaban sobre el respaldo de la silla que se encontraba junto a él. Imaginé qué le habría pasado. Un accidente de trabajo, un mal paso, una caída haciendo deporte. Lo vi sonreír. Miré también cómo enrollaba una tortilla con maestría y luego le daba una mordida. Fue ahí cuando sintió que lo observaba. Volteó discretamente hacia mi mesa y giró de nuevo para seguir comiendo. Apenas eran las tres de la tarde y el día había mejorado bastante. Él siguió comiendo y hablando de vez e...